lunes, 14 de septiembre de 2009

La casa (VI)

La cocina estaba al otro lado del pasillo. Era inmensa. El anterior dueño de la casa debía haber sido un gran amante de la gastronomía, porque aquello era espectacular; era el doble de grande que el comedor, y aquí también había una mesa para comer.
El suelo era claro, pero estaba magníficamente limpio.
Los muebles que había en prácticamente todo el perímetro eran de una madera oscura. En el centro había una gran mesa metálica y una campana bastante grande a modo de chimenea.
Estaba bastante iluminada debido a las numerosas ventanas con finas y claras cortinas que las cubrían.
Algunas paellas y utensilios para servir estaban colgados de un mueble empotrado al techo. No le extrañó comprobar que no había la más mínima suciedad en todos los objetos.
¿Utilizaría la cocina? Probablemente. La nevera, que estaba situada al final de la pared que había a su izquierda, al final del largo y frío mármol, tendría alguna utilidad.
La encimera estaba situada a su inmediata izquierda.

Tendría que buscar algún uso a todos aquellos aparatos y utensilios humanos.


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Sí, he estado ausente mucho tiempo, pero todo tiene una explicación.

El día 5 me fui a París tempranísimo por la mañana, y los días previos fueron de locos! Lo siento. Mi plan era deciros algo antes de irme, pero estuve bastante estresada... :(
Cuando volví el día 7 (a la 1 de la madrugada), una amiga vino a mi casa, y al día siguiente nos fuimos a la playa, donde me quedé hasta ayer.

Esta parte de La casa ya la tenía escrita antes de irme, pero tenía que pasarla al ordenador y no tenía tiempo material para hacerlo... lo lamento.

Mañana subiré la séptima y última parte de esta "historia"; ya me diréis qué os parece el final ;)

Sora preguntó por El café de la vida. Pues bien, de momento está cerrado; no sé qué haré con él, porque creo que quiero hacer demasiadas cosas, y ahora que empezaré la universidad de nuevo, será difícil poder con todo...

Un abrazo :)

1 comentarios:

Onminayas dijo...

¡Buff! A mi esta cocina, particularmente tan grande, que ha dado un poco de miedo. No sé como acabará esto, pero ya me he imaginado que cosas tremendas se podrían cocinar en aquella habitación.

Voy a leer el último.

Besos, Cristina.