Los dos jóvenes la siguieron hasta el ático. Había velas en el suelo enmoquetado, las paredes estaban cubiertas de madera, y sólo la luz de la luna llena que entraba por las ventanas les iluminaba.
—Túmbate en el suelo —le ordenó a Joaquín.
Él obedeció. Las velas se encendieron solas y formaron un círculo alrededor del chico.
—Extiende los brazos en forma de cruz y cierra los ojos.
Joaquín miró una vez a Erika y después hizo lo que le mandaban.
Una niebla densa empezó a entrar por debajo de la puerta y por las ventanas, inundándolo todo. Pronto la imagen del chico desapareció en su densidad, así como los pies de la Reina Maldita y de Erika. La Reina sonreía, complacida de que alguien más se hubiera unido a Los Malditos; y si era joven, ¿qué más se podía pedir? Estaba en plena forma y tendría una motivación sentimental para seguir adelante.
1 comentarios:
No puede ser que una parte tan buena del relato como es ésta no tenga ningún comentario!! Así que ya tienes uno, que te ha quedado muy bien!
Cuídate mucho,
Sora
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