La casa (I)

No parecía demasiado grande, sino que más bien era pequeñita; pero su tamaño no le restaba lujo ni belleza. Mirándola desde la fuente del camino de entrada se podían apreciar dos pisos, y los focos que la iluminaban más los grandes y altos ventanales de la fachada invitaban al visitante a traspasar esas sólidas y fuertes paredes de piedra. Sólo el tejado, la chimenea y apenas algún rinconcito de aquella maravilla estaban sumidos en la oscuridad. Pero ese detalle no iba unido a nada tétrico o lúgubre; esa casa era impresionante, perfecta; al menos desde allí.

No parecía nada antigua aunque fuese de paredes rocosas, porque con toda aquella luz interior y exterior no podía ser más moderna y espléndida.

Era incapaz de esperar un segundo más para ver cómo era por dentro. ¿Se sorprendería? ¿Se decepcionaría? Dejó todas estas preguntas de lado, era inútil alargar más ese momento de incertidumbre. Así que, con paso decidido, se dirigió a la puerta principal. El picaporte tenía la forma de una cabeza de león.

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Este texto no es exactamente una historia... eso ya lo iréis viendo. Mañana pondré la segunda parte, además de la fotografía en la que me basé para escribir esta primera parte.

¡Nos leemos!